el punto de no retorno, gonzalo heredia

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La segunda novela de Gonzalo Heredia retrata una generación de hombres que oscilan entre la meseta de la represión y el vínculo homoerótico de la admiración, a partir de la relación de un autor novel con otro ya consagrado e influyente. Este texto fue leído por su autora durante la presentación del libro
Por
Mariana Komiseroff

 

Se cumplen veinte años del estallido social por la crisis del 2001 y, salvando las distancias con las crisis pandémica o pospandémica (me gusta decir porpandémica en un arrojo de optimismo) que atravesamos en este momento, me parece muy importante decir que a partir de aquella crisis nacieron las editoriales independientes que permitieron una especie de democratización de la literatura y pusieron a circular discursos en espacios alternativos que antes a autoras y autores, por ejemplo del conurbano bonaerense, nos eran negados.

Hoy en un contexto en el que muchos escritores y escritoras no pudimos escribir y en el peor de los casos no pudimos leer, o leímos y escribimos poco, que una editorial como Alto Pogo siga sacando libros y apostando por la lectura es digno de admiración. En estos dos años me asombré mucho con la cantidad de gente conocida que se había atrevido a concebir hijes en este contexto, algo de una pulsión de vida en el medio de tanta muerte me deja perpleja y es un poco así como estoy con la salida de este libro en este momento, hay que decirlo. Un libro que no solo es publicado en pandemia sino que fue escrito en ese marco. Me pregunto: ¿qué crisis personales se desarrollan a partir de que hay crisis del contexto? Independientemente de que el libro no se trata de nada de lo que estoy diciendo ni se acerca a esa temática, pienso en todo esto porque creo que es importante hablar de las condiciones de producción de un libro. Las crisis nos politizan todo.

En la superficie, El punto de no retorno trata de las relaciones entre escritores noveles y escritores consagrados que se dan en presentaciones de libros, talleres literarios y otros eventos. Y es en estos lugares sociales donde se da una búsqueda de inspiración para decir lo que un escritor debería decir, escribir lo que debería escribir (como si ese algo existiera) que llegamos a diferentes conclusiones, como que el narrador Santiago observa que Zaiétz, el maestro, siempre estaba trabajando. Si comía un asado estaba trabajando, si estaba dando taller estaba trabajando, si se tomaba un tiro de merca, estaba trabajando, hiciese lo que hiciese estaba trabajando. Hay una admiración generadora de ilusión de este personaje por lo que él cree que es una capacidad de su maestro de convertirlo todo en literatura. Pienso en el asunto del sacrificio asociado al trabajo. A mí que personalmente me cuesta mucho asumir que cuando escribo estoy trabajando, que me llevó mucho tiempo decir que soy escritora, me pregunto si hay una cuestión masculina con este aspecto, en esto de asumir la escritura y la vida misma rápidamente como un trabajo. No estoy tan segura de si es una cuestión de género o clase, ya que el admirador es un lavaplatos, y esto podría indicar que es la interseccionalidad de las dos.

Hablo de la cuestión masculina porque es esta clave con la que leí todo el libro: las relaciones entre los varones. Es como si El punto de no retorno hubiese sido escrito para develar ese entramado, lo digo en la contratapa:

El punto de no retorno retrata con lucidez y sin pretensiones de agenda oportunistas el entramado de complejas solidaridades entre varones. Un muestrario no solo de un tipo de masculinidad sino también de toda una generación de hombres que oscilan entre la meseta de la represión y el clímax homoerótico de la admiración. “Le pedí que me contara algo, con la intención de que me hablara de su relación con Zaiétz”, ruega el personaje a Mariela, la mujer de su ídolo, y es en actos de fe como éstos donde el camino del héroe se vuelve una fascinante peregrinación del narrador no para llegar a algún lugar sino para ser mirado.

Es una novela políticamente incorrecta, podríamos decir para la época de la cancelación, porque no pretende personajes de varones aliados.

"El punto de no retorno", la segunda novela de Gonzalo Heredia, publicada por Alto Pogo
"El punto de no retorno", la segunda novela de Gonzalo Heredia, publicada por Alto Pogo
Hay conflicto entre la verdad de la ficción y la verdad de la vida y es un asunto que a mi entender a Gonzalo Heredia le interesa o lo atormenta porque ya estaba instaladísimo en su primera novela Construcción de la mentira, donde se pone él mismo como personaje de ficción y en El punto de no retorno se profundiza con personajes que documentan su existencia en “la vida real”, con elementos del teatro posdramático. Los textos que los alumnos llevan al taller de literatura con tachones y marcas de corrección funcionan como pruebas de la existencia de los personajes.

Otro asunto abordado en la novela es el silenciado enamoramiento que provoca la amistad. La admiración casi obsesiva por los y las amigas y esa devoción que tiñe todo de amor romántico pero que pareciera que no debe decirse. Jamás Santiago, nuestro personaje, va a decir “estoy enamorado del maestro”, aunque la línea entre lo que a él le pasa y el amor sexuado sea muy borrosa.

La figura y pose del maestro es un estereotipo que Gonzalo Heredia sabe retratar para generarle admiración a su narrador, pero nosotres los y las lectoras vemos el patetismo de un varón pleno de poder simbólico que ejerce la violencia en diversos escalones, desde pedir plata que no va a devolver, violar, pegar o incluso matar a un animal porque sí, porque puede. A mi entender la violencia del maestro remite a la violencia de un padre que apenas aparece en esta historia.

La violencia de la infancia se maceró hasta estilizarse en una solidaridad entre varones.

“Zaiétz lo miró por encima de su hombro, se dio vuelta y agarró al gato que seguía sobre mis piernas, lo puso en el suelo y, caminando hacia la cocina, dijo que la memoria tenía agujeros y que uno inventaba o imaginaba cosas para rellenarlos. Y que cuando uno contaba algo que le había pasado mezclaba todo. Era lo que siempre hacíamos”.

El aprendiz quiere aprenderlo todo de su ídolo y de su novia. Está condenado a la escritura y no sabe cómo encauzarlo, todavía no sabe, como sí sabe el autor Gonzalo Heredia, que la duda es una herramienta narrativa muy poderosa.

Todo sucede en épocas de blogs, la época previa al estallido de las redes sociales. Los escritores de esta novela se encuentran en la búsqueda de la palabra inexistente, en la búsqueda de una inspiración que no aparece. Con ganas de producirlo todo y no tener nada más que el vértigo de una plataforma que promete lectores.

El blog surge para Santiago como ahora para muchas y muchos de nosotres les escritores tenemos o teníamos las redes donde nos aseguramos cierto número de lectores/espectadores más o menos cautivos, un soporte con otra complejidad diferente a la del libro en papel que en la trama de El punto de no retorno no es todavía ni un proyecto para Santiago porque él todavía no quiere publicar, sino gustarle al Maestro. Lo que sí alivia el blog es la necesidad del lector para el escritor. Y pone en evidencia las ficciones distintas que se generan en el mundo mismo de las relaciones de lo virtual, los mails, blogs, etc., y los diferentes ritmos de vinculación que cada soporte genera. ¿Quién es la persona que está detrás de ese perfil, detrás de ese usuario? En varias oportunidades el narrador se aproxima a la respuesta pero la trama no responde, nos deja con la intriga. Es una pregunta que dispara universos que en general están muy cerca de desilusionar, y esta no es una novela que desilusione.

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