Niño enterrado, Edgardo Cozarinsky

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“¿Quién, de los niños que yacen en la tumba de una carne adulta, de una voz madura, pudo alguna vez volver atrás? ¿Quién pudo? ¿Quién?”
Anna Maria Ortese
 
“Decide vivir los años de vida que le quedan como el niño que nunca fue, que hubiese querido ser y no se atrevió a ser, o acaso haya sido intermitentemente, perdido entre los roces y el desgaste de crecer. De ese niño solo espera que le devuelva una mirada que descubra el mundo, aunque solo fuera el mundo estrecho y mezquino en que creció.”
Edgardo Cozarinsky
 
Fragmento
Rastros
 
Una noche, hará un par de años, soñó que estaba en Entre
Ríos. Su padre había nacido en Entre Ríos. Él nunca estuvo
allí. Nació en Buenos Aires, vivió muchos años en París, demasiados tal vez, viajó bastante por el mundo, pero nunca
había estado en Entre Ríos.
 
No cree, como algunos, que los sueños sean premonitorios
pero a la mañana siguiente se despertó con un proyecto de film: ir a Entre Ríos, a buscar huellas de la infancia de su padre. De su infancia: a los dieciocho años se había ido del
campo y se hizo marino. Nunca volvió.
 
¿Qué sabía él de esa infancia? Poco o nada. Su padre era hijo de lo que Gerchunoff bautizó "gauchos judíos". Once
hermanos, más uno del que iba a enterarse que también era
hijo de su abuelo, nacido fuera del matrimonio pero criado
con toda la familia. Ese hijo se había quedado en el campo; los demás, con una sola excepción, se habían dispersado entre
Buenos Aires y Mendoza: profesionales, empresarios, casadas
las mujeres con hombres de ciudad.
 
Su padre murió cuando él tenía veinte años y padecía
una adolescencia demorada. Hablaba poco con él, aun menos
con su madre, vivía refugiado en la lectura y el cine, en
un mundo imaginario que le prometía cosas distintas de la
vida cotidiana, irremediablemente gris, de una familia porteña
de clase media.
 
Las preguntas que entonces no le interesaba hacerle son las únicas que hoy le interesan. La primera: ¿cómo fue que ese hijo de gauchos judíos, nacido en Villa Clara, Villaguay,
Entre Ríos, decidiera aventurarse a ingresar en las fuerzas
armadas, en la Marina de guerra?
 
Una cosa le resulta evidente: fue posible porque ocurrió
en 1919. A partir de 1930, del golpe de Uriburu, no cree
que lo hubiesen aceptado.
 
¿Sabía su padre, al ingresar, que no iba a poder ascender
más allá de capitán de navío? Regla no escrita, gentlemen's
agreement, un judío no podía llegar a ningún nivel del almirantazgo. Sobre todo: ¿le importaba?
 
Corolario: ¿qué significaba para él ser judío? No era religioso ni le importaba la tradición. Como a su madre. A él
lo criaron lejos de toda observancia. Cree que las únicas
raíces que el padre hubiese reconocido, aunque nunca hablara
de ellas, estaban en Entre Ríos; entre sus libros encontró un ejemplar muy gastado de Entre Ríos, mi país de Gerchunoff. Cuando sintió que el fin se acercaba le pidió: "Por favor, ni estrella ni cruz, no vayan a creer que me convertí y eso no es elegante". ¿De dónde le venía esa noción de elegancia moral?
 
Cuántas cosas para las que no tiene respuesta.
 
Autor
 
 
   
Edgardo Cozarinsky (Buenos Aires, 1939). Escritor y cineasta. Entre sus libros: La novia de Odessa, El rufián moldavo, Lejos de dónde, En ausencia de guerra. Entre sus films: Puntos suspensivos, La Guerre d’un seul homme, Le Violon de Rothschild, Carta a un padre.
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