nada que corte, gloria vaccarezza

Débora es una productora de móviles de exteriores en un canal de televisión. La primera línea de un medio que no sólo raspa el presente, sino que lo produce. No sólo habita la ansiedad y el peligro, los pide por teléfono en dos gritos. Débora es un soldado del dispositivo. No se duerme. Calza en este mood su manera de estar en la ciudad: notas, relaciones, viajes, aprendizajes. Todo zarandeado por las consignas de la producción. ¿No estás vos, más o menos, en la misma?

Venía rápido y se le soltó un patín. La clínica promete un reset. “Mientras estemos acá tenemos que hacer lo posible por divertirnos. Imaginate que es un spa” dice Verónica, una de sus compañeras. Las paredes despojadas, el banco blanco del patio, el solcito que dora chicas o entra por la ventana prometen calmar una mirada urbana que nunca se sacia. Que no pierde lucidez ni la caretea. En las páginas de la clínica vemos lo entrelazado que están la salud mental y el trabajo sin el ¡exit, exit! de los relatos superados.

Que la modernidad es la lucha por sobreponerse a la quebrada entre mundo exterior e interior, lo sabemos. Nada que corte tiene el valor de volver a abrir la herida y dar cuenta de la epopeya de sobrevivir al trabajo y a la institución.

Se trata de la primera novela de Gloria Vaccarezza, redactora y productora en medios. Ficción y registro personal se entrelazan. Razón y locura. Nada que corte. Caricia y garrote.

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