el dealer, la bailarina y alguien que pasaba por ahi, nicolás eisler

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Desde sus primeras líneas, la novela de Nicolás Eisler es generosa, picante, adictiva. Distante del tono oscuro de los policiales negros clásicos, El dealer, la bailarina y alguien que andaba por ahí es más bien un policial blanco… y radiante, como la ‘fafafa’ que se toma en los boliches de la Ciudad de Buenos Aires.

Roto, bañado en whiscola y con demasiadas preguntas, así amanece Renán en su morada, un monoambiente cool y desordenado del Abasto. ¿De dónde salió la guita? ¿Qué hizo la noche anterior? Como cualquier millennial, Renán busca las respuestas en un teléfono, que ni siquiera es el suyo. Como advierte desde su título, la primera y potente novela de Eisler, periodista de filosa pluma, es jalada por un tridente de historias que estallan, restallan, explotan en la pompa y circunstancia de la noche porteña. Ménage à trois literario, a la deriva nocturna del joven Renán se prenden la sensual Kristina, bailarina muñequita rusa del cuerpo estable del Club 69; y Alfredo Gutiérrez Luro Pueyrredón, dandy monarca dealer destronado, que supo reinar en mil y un boliches durante los años duros del menemato. 

Palo y pala. Palermo Hollywood y la 1-11-14. Bratvá y narcos peruanos. Corralito y jet set noventoso. Éxtasis y porro. Un thriller alla argento, con dosis de hilarante humor y realismo un poco sucio. Vivir afuera de Fogwill y Chau, papá de Juan Damonte, sus padres putativos. También, pseudoensayo sociológico y cartografía bolichera de la Capital Federal en los 2000 y flahsbacks a los noventa: desde Niceto hasta New York City, sin olvidar El Cielo, Coyote y algún antro del Once en donde se festeja cada tiro como un gol de Teófilo Cubillas. Ruido blanco.

Nunca se sabe, quizá alguna vez vuelva a nevar en Buenos Aires.

Nicolás G. Recoaro

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