Sugokuse, Martin Sancia Kawamichi

$7.290

En  esta novela, el escritor argentino Martín Sancia Kawamichi, nos hace recorrer las páginas de una historia con aires poéticos, cargada de fragmentos que, como espirales, se mueven y avanzan entre sí.
La crueldad y el desconcierto, tal vez sean dos buenas palabras para intentar pronunciar las sensaciones de lectura que deja este libro, editado por Evaristo Editorial, uno de los sellos argentinos que alistan en su catálogo buenos ejemplares y autores de renombre. El arte de tapa estuvo a cargo de Fer Calvi y, sin dudas, representa el espíritu de esta historia. El autor es Sancia Kawamichi, quien ya nos ha deslumbrado en Hotaru (Del nuevo extremo, 2014) y Shunga (Evaristo Editorial, 2017), con una prosa admirable y con un estilo único. Novelas que, para quienes las hayan leído, nos han atravesado e impregnado, montando así una memoria fija, tal vez eterna. Partiendo de esta cómoda y consolidada base, es difícil aquello que venga después, pero a falta de decepciones, Sugøkusë es otra de sus obras maestras.
Aquí se consolida la voz de Marcia y Joaco, dos extraños personajes que se entrelazan en descabellados enredos intelectuales, donde el oficio de tatuar se mezcla, en paralelo, con historias íntimas y personalísimas.
Estos personajes se establecen entre lo fantástico y lo real: avanzan y escalan un peldaño más en la profundidad de su cotidiano, y lo hacen a tal punto que se quitan y otorgan -casi con un mismo peso en la balanza- un equilibro que está en constante tensión, como la presión de una cuerda jalándose de ambos extremos. Así, el lector se irá inmiscuyendo en relatos y poesías dentro de la novela, pero también en historias paralelas que nos arrebatarán más de una pregunta.
En la contraportada el texto dice: “(…) Sancia Kawamichi nos arroja los confines de lo posible.”, y en este limbo entre lo real y lo imaginario, el desfile de belleza de esta novela no tiene límites y cada página la convierte en una pieza inquietante y profundamente atractiva.
Las palabras se ordenan y se alistan en una danza lenta, un Sugøkusë al que -en efecto, y hacia el final de la novela- ya estamos acostumbrados y hasta cómodos, en esa incomodidad de algunos escenarios. Sancia Kawamichi no deja de sorprendernos, y, esta vez, lo hace de nuevo con otro de sus más bellos registros, un libro que nos dejará tantas certezas como preguntas, un libro que -ciertamente- se nos hará inolvidable.

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