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Luna Miguel (Alcalá de Henares,1990) escribe empujada por la lírica, por los lirios, hacia el sexo del amado, hacia la intimidad donde el mundo quisiera meter su gran ojo. Toma el cuerpo perecedero y lo perfuma con un lenguaje almibarado. Habiendo libado de la euforia que nos dejó la poeta Hilda Doolittle, construye una desnudez más extensa que la piel.

Los versos de María Sánchez (Córdoba, 1989) tienen olor a fósforos húmedos, a botas con barro, a pelo pegado a la cara, a tierra bajo las uñas. María inventa una religión liviana y profunda, la del trigo y el cuchillo, la de las mujeres que palpan las tripas del animal, las plumas arrojadas en el bosque. Sus poemas portan una herida que reverbera con el sol benigno del campo.

La imagino detrás de su escritorio, junto a su computadora y un cuaderno, parece quieta pero los dedos metafísicos de Elena Medel (Córdoba,1985) ya escribieron incontables poemas que siguen haciendo espuma. Sobre los mandatos arrojados en un cubo de basura, los sueños irrealizables, lo doméstico y lo domesticado, sobre las mujeres con el corazón biodegradable.

-Natalia Litvinova -

 

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