La causa de las cosidas, Autora Carina Rita Medina / Ilustraciones de Aixa Sacco

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Escribir poesía debe tener la cualidad de amalgamar palabras que de otra forma no se juntarían, y que el resultado final sea algo bello, pero también una fuente de incomodidad que tranquiliza.

En La causa de las cosidas de Carina Rita Medina nos muestra que la poesía surge como la fuerza de un volcán, que después de su paso, arrasa y expande cenizas por doquier. Por un lado sensibiliza, pone las marcas de la poesía en el cuerpo: “caracolas sin mancha / bailaremos / los pies en el charco / al sol la piel / reseca”; por el otro, emerge la convicción de que cada herida particular es el síntoma, el diseño de una sociedad que expande injusticia, dolor: “la letra dictada / divina es /sangre en los costados / en los pechos de las / sin nombre / sin derechos / reveses y al bies”.

Carina Rita Medina nos lleva a recorrer una memoria dormida que es indispensable para resignificar un presente hostil, un presente que se quiebra en cada verso que desafía el sentido común que tanto daño nos hizo, que tanto daño nos hace. La poesía avanza, abre el paso al dolor, lo pone en la superficie, rasga las heridas para que ya no puedan ocultarse, y a partir de ese contacto manchado de sangre, del sentido de esas cicatrices invisibles poder curar, poder subvertir lo establecido con la convicción que más temprano que tarde lo humano será virtud, será lucha, será poesía indeleble.

Ariel Fernández – Revista Sólo Tempestad

 

La causa de las cosidas de Carina Rita Medina transcurre por geografías disímiles, de norte a sur describiendo una voz insumisa que tiene mucho para decir sobre lo que puede percibirse en estas regiones. La poeta nos guía a través de calles neoyorquinas y paisajes patagónicos con su particular entramado de palabras similar a un collage. Las ilustraciones de Aixa Sacco también construyen mapas a través de líneas ondulantes y otros accidentes geográficos. Acompañan con la figuración de estos paisajes.

Hay un interés particular en anclar el relato poético en un momento y lugar específico, como si el paso por ese paisaje no fuera mera casualidad. Hay algo en ese punto que llama la atención de la poeta y lo toma para desarrollar sus versos. El foco en un detalle particular, una acción que no pasa desapercibida y dispara la memoria emotiva hace que estallen las palabras hacia una sentencia: “El llanto del niño vecino / confirma que / no debemos ya / curar el susto / de las infancias / con oraciones / de las que saben. / Más bien, / silbar de noche / nanas de Niño, / aunque llore la virgen / aunque llame a las brujas / o cantar / letras mezcladas con el humo / que me vuelve / de la boca / a la nariz”.

Pero las geografías recorridas no solamente se encuentran en ciudades y parajes patagónicos o norteamericanos. La topografía del cuerpo también se recorre en los versos de Carina Rita Medina. El cuerpo siente y respira a través de la piel curtida que se violenta. El cuerpo se transforma y toma entidad de cabra o de oveja que espera la esquila, que espera el frío. Se renace cabra y recorre hasta convertirse en poema. Un sentir que es colectivo y se sufre de ese modo: “La letra dictada / divina es / sangre en los costados / en los pechos de las / sin nombre / sin derechos / reveses y al bies”.

Mauricio Micheloud – Diario La nueva mañana

 

Rogativa I

(MOMA, N. Y.)

 

 

Una ronda, Matisse.

                                                Solo una ronda.

Mujeres azules,

desnudas

mientras ciela.

 

Sin parches

sin estrógeno

sin pérdida.

Enterraremos apósitos

imanes a la madre,

                                  ancla,

tierra mojada

cubierta

con

             tierra

en la danza.

 

Guardaremos la sangre,

Matisse,

para el ciclo de

los pasos

                        mojados.

Caracolas sin mancha,

bailaremos

los pies en el charco

al sol la piel

reseca.

 

 

Una ronda, Matisse.

Para todas.

¡PAGO YO!

 

No vendrá desde abajo

el cobre que

haga sonar

cada moneda.

Ya parimos ahí

cardos

también azules.

 

Trepadas sobre el espacio

al que no diste árbol,

seremos sonaja

de la mano,

fruta al viento.

 

Cantaremos nísperos tibios

siesta de infancia

huyendo

del sucio dedo

del vecino que

                        algunas

tuvimos que escupir.

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