En el corazón de junio, Luis Gusmán

$36.500

El corazón fue identificado durante mucho tiempo como el asiento de las emociones. Esa es una de las líneas que trabaja En el corazón de junio, la emblemática novela de Luis Gusman, Premio Boris Vian 1983, publicada por primera vez ese año y escrita durante la dictadura, probablemente entre el 78 y el 82. Poco más de diez años antes, se hacía en Sudáfrica la primera intervención quirúrgica donde se sustituía el corazón enfermo de un paciente por otro sano procedente de un donante y todavía era común la inquietante fantasía acerca de cuánto del donante se trasladaba con el órgano al pecho del receptor. 

A cuarenta años de la primera edición, editorial Bardos vuelve a traernos esta novela de ruptura en una búsqueda estética cercana al realismo. Por todo lo cual En el corazón de junio ocupa un lugar central, una bisagra, en la obra y en los interrogantes estéticos de nuestro escritor.

 

En el corazón de es una obra en resistencia al estado de la imaginación actual - es decir, a una época en que los discursos se consumen onanistas en un aceleracionismo desesperado de futuro. Cargada de citas y alusiones extemporáneas a este presente flácido (para el cual el "pasado mañana" se proyecta como abstracción y el "antes de ayer" como bruma esotérica), esta novela de Luis Gusmán afirma una ética resistente en el corazón mismo del relato.

Maximiliano Crespi

En el corazón de junio es una obra que pone en crisis el relato al que estamos habituados para llevarnos a un modo estallado del narrar, donde se puede pasar de un territorio a otro, de un personaje a otro, de un tiempo a otro sin previo aviso, como en los sueños. La fragmentación, el collage, el pastiche, la asociación libre, la abundancia de intertextos, la cantidad de citas recicladas ponen también en crisis la idea de autoría (hay infinidad de referencias y de textos trasplantados o reciclados, desde Joyce a Conrad o  Dostoievski, desde Wilcock, Quiroga o Melville al Nuevo Testamento, desde Chejov o Dante a canciones populares como En el puente de Aviñón, desde Silo hasta letras de tango, entre los que esta lectora detecta). La lengua se enrarece, lo narrado se enloquece en la abrumadora presencia de videncias, difuntos y dobles y en los juegos de espejo, los narradores, llámense Flores o Soler o Wilcock, van tras enigmas que, así como se persiguen, desaparecen y son reemplazados por otros, de modo que el lector nunca descansa en lo conocido porque el relato se abre a nuevos datos, saturación de informaciones que atentan contra "la naturaleza del contar". Leer es como profanar un secreto, dice en una de sus páginas, y eso es lo que nos pide que hagamos en el corazón de este nuevo junio.

María Teresa Andruetto

La literatura de Luis Gusmán obra como esas superficieslímpidas que seducen por su brillo, pero que en virtud de un ciego resplandor impiden precisar la imagen que reflejan. Podría decirse que en el ámbito de la literatura argentina su posición es excéntrica y, dramatizando la circunstancia, Gusmán haría suyas las palabras del viajero en la noche europea: "Y esa certeza suya de que nadie en el futuro comprendería su experiencia, ni siquiera se interesaría por ella, constituía la mejor confirmación de la esencia misma de la experiencia, que era la soledad" (La noche en Aix, cuento de J.R. Wilcock). La soledad de la obra comulga con la soledad del lector; este acto es quizá intransferible e indeterminable. Entretanto vemos la obra solitaria, iluminada violentamente en su contorno, sobre un desolado escenario sin decorados, rechazada por repugnancia o aceptada por fascinación. 

Jorge Monteleone

Compartir: