BALADAS, HILDA HILST

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Yo cantaré a los humildes

Los de lengua trabada

y ojos ciegos

aquellos a los que el amor hirió

sin derrumbar.

Cantaré el gesto

de los que piden y no logran

la resignación de los santos

la sonrisa velada e inútil

de los hombres que se conforman

Yo cantaré a los humildes

Al hombre sin amigos

Al amante sin esperanza

de retorno

Cantaré el grito

de escucha universal

y de misterio nunca develado

Seré el camino

la boca abierta

los brazos en cruz

la forma

Hacia mí

vendrán los hombres desconocidos

 

II
Lo que quedó de mí

más allá de mí misma

no lo sé

Ni lo digas a los niños

porque en lo que quedó

la palabra de amor

está partida

imperceptible sombra

de flor en el frágil ramo.

Ni lo digas a los hombres.

Era el río

y antes del río había arena.

Era playa

Y después de la playa estaba el mar.

Era amigo

¡ah! Y si hubiera existido

quién sabe resultaba eterno.

Nada quedó de mí 

más allá de mí misma.

Tenue voluntad de poesía

e incluso eso

Imperceptible sombra

de flor en el frágil ramo.

 

XI
Amado, cuando mueras

mil estrellas color sangre

vendrán a cubrirte el pecho.

Una de ellas quedará

Entre los dedos perdida.

A otra vas a contarle

del libro que no hiciste

el rezo que no aprendiste

y las ganas que tuviste

de ver a un amigo llorar

llorar por tu culpa.

Y todos van a notar

el agua clara en tus ojos

y la sombra en tus cabellos

y la pena que va a crecer

en tu corazón de luto.

Pena de aquellos que quedaron

consumidos en la incertidumbre

o pena de esa amante

que no supo decir nunca

lo que soñaste oír.

Los hombres van a llorar

en el momento de tu muerte.

Porque dirás a las estrellas

todas las cosas calladas

que sólo a mí me revelaste.

 

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