poesía de paso, enrique lihn

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(Enrique Lihn, la poesía y la conciencia) Una casa de sueños, reales o
irreales, qué más da, las cosas fuera o dentro del ser; lo incierto es que se
van trasfigurando y son posibles proyecciones del viajero, que arremolina
recuerdos, deseos, juicios, imágenes, tan propias como ajenas, para ir
enturbiando rincones con el fluir precioso del tiempo. ¿La nueva poesía se
hará de esta desgracia inútil? ¿De las cenizas de estas sentencias, de los
requechos del romántico desentendido, de la implacable destilación del
propio corazón saldrá algo? Poesía de paso. Está claro: donde vaya el viajero
llevará su destino. Mecanismos, juguetes, espejos, vitrales, digo: "¿Dónde
está lo real?". La memoria mixturada no deja en paz a este poeta que
percibe en las ciudades imágenes hechas de imágenes y en el final de ese
claroscuro de laberintos la figura de una feme, ¿fatal?, casi siempre. Europa
no es la moderna, no es la racional, a esa Europa más vale verla en su revés,
obra de la sombra de brujos y oscuros alquimistas; noche tortuosa por la
que viaja en carruajes, trenes o aviones. Digámoslo entonces: "Dos ratas
blancas giran en un círculo  / a la velocidad de la neurosis". ¿Por qué?
Porque la belleza, al parecer, es una maquinaria inalcanzable, la poesía
puede agotarse, destruirse a sí misma y siempre por ella; su juego ilusorio. El
poeta lleva en sus ojos de viajero un candil de lo que en la literatura y la
imaginación ya recorrió, y ahora está aquí, en el sueño irreal de su mundo
irreal. En la noche apolillada de insomnios laten secuencias, aliadas de la
autoridad, y la inquietud de que el lenguaje es una bóveda surcada por una
sardónica iluminación: decir que, en lo real, o en la poesía, los otros cuerpos
son frutos ácidos.

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