Vidas de hotel, Eduardo Berti

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Vidas de hotel presenta este universo en sus múltiples variantes: la habitación de hotel como símbolo de refugio o de encierro, como lugar secreto para lo prohibido, como morada para lo excéntrico o lo siniestro, como hogar fuera del hogar, como escenario para crímenes o infidelidades, como escondite para un prófugo, como marca o indicio social, etcétera.

Según Bertolt Brecht, “habitar en un hotel significa concebir lavida como una novela”. El carácter literario de los hoteles es cosa sabida. Los encuentros “sorprendentes y deliciosos”, afirmó Maupassant, se producen mejor “en un tren, en un hotel o en un lugar de vacaciones”; es decir, fuera de lo cotidiano.

La antología abarca desde la pesadilla cotidiana (Dino Buzzati) o el absurdo (Slawomir Mro ek) hasta el oscuro nacimiento de un centro para viajeros (William Trevor); desde una crisis de pareja (Juan José Saer) hasta los inquietantes paralelismos entre diferentes hoteles (Ricardo Piglia). Los relatos de Julio Cortázar y Roald Dahl muestran formas de renovar la tradición de hoteles amenazantes que tan bien cultivara el maestro de ghost stories M.R. James. Tampoco faltan cuentos clásicos de Chéjov, Joyce, Saki, Mansfield, O. Henry, Pirandello o Allais junto a autores a descubrir como Stephen Dixon o Jacques Sternberg.

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