La nostalgia del futuro, Cristian Aliaga

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La nostalgia del futuro, de Cristian Aliaga, en palabras de Ariel Williams:

Aliaga escucha las voces de los que apenas viven

Poesía distópica, porque ya casi no puede soñar con la belleza del futuro.
Poesía que añora esa promesa que antes la humanidad podía hacerse,
aunque no fuera más que una forma de consuelo. Poesía que, en la
más extrema de sus evidencias, sabe que no está lejano el tiempo en que
la lengua fallará.

¿Con qué lengua decir la miseria que ya está siendo y viene? En Alto
Hospicio, Aliaga escucha las voces de quienes apenas viven. Lengua descarnada
que se vale de lo poquísimo que hay; en ella se habla del ahogo,
de comer basura, de las heridas que no sanarán. Son voces que nos
describen el futuro tal como lo haría un habitante del cementerio de
Spoon River. “Cada cual en su morgue”.

La esperanza de una revolución se ha reducido al “bicho oscuro de no
querer vivir así”. La salvación es “apenas un viaje/de 237 pasos/hasta el
fondo…”.
¿Con qué lengua se podrá hablar del final? No existirá, o será insignificante
porque nadie habrá para entenderla. No podrá decir la nada,
pero la nada sí la alcanzará. De ella, como de todo, quedará solamente
polvo. Incendios, destrucciones, explosiones estelares, exterminios
y asesinatos demasiado humanos, el trabajo inexorable de los siglos,
fugacidad de las cosas, las vidas, los mundos: “viajaremos rectamente
hacia el silencio”, se dice en Polvareda, “adivinamos trazas del plan/que
nos exterminará sin ninguna palabra”. En el principio no era el Verbo, y
en el final tampoco.

Y, sin embargo y a pesar de todo, el que enuncia estos versos lleva consigo
las cenizas de su madre, que no quiere desperdigar por el mundo. Y
nos dice que las muertes no se apagan.

 

"Aliaga es una de las voces más singulares de la actual poesía. Hace una poesía de acción, de búsqueda primigenia en un presente absoluto que habla como un augur, con máscaras de futuro",  Arturo Carrera

 

Cristian Aliaga es oriundo de Tres Cuervos (partido de Puán, provincia de Buenos Aires,1962) y reside en la Patagonia.
Publicó Lejía (Último Reino, 1988); No es el aura de Kant (Último Reino, 1992); El pasto azul (Último Reino, 1996);  Estancia La Adivinación (Último Reino, 1998), Música desconocida para viajes (Deldragón, 2002), la antología Estrellas en el vidrio (selección de Jorge Boccanera, Colihue, 2003) y La sombra de todo (Bajo la luna, 2007).

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