Diario de Mudanza, Leonardo Vergara

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Cuando la mariposa advierte que va a morir /vuela frenéticamente.../deja una borra oscura pegada a las cosas /pierde la gracia. Muchos de estos poemas tienen la gracia, justamente, de exhibir esa borra oscura. La borra de lo engañoso, de lo invisible, de la extinción, la borra de la construcción y el derrumbe de un mundo que por momentos en este Diario de Mudanza pareciera distópico pero que es una realidad tangible, agorafóbica, que parece derrotarnos.

Leonardo experimenta esa borra de mundo, su hedonismo, su transmutación, su superstición, su crueldad, su cinismo. El padre, el amor, el cansancio, lo genuino de los vínculos. Formas infinitas de mudarse de sí y de todo lo que conocemos, que, aún corriéndonos, ejecutan su propio plan. ¿Hay un plan?

 El autor se sume en una reflexión lúcida, da brazadas incómodas ante la tempestad que lo espeja y lo embiste. Encuentra la simetría de los objetos y la naturaleza con lo improbable del ser. Los animales, los insectos, la lluvia, el fuego que, sin corrupción, transportan en su devenir la promesa, el sosiego, parecen tener naturalmente el autocontrol y la sabiduría que nos falta, parecen mostrarnos el remedio a nuestra enfermedad, parecen advertirnos la salida. La gata se toma su tiempo, la hormiga avasalla, la ballena canta a pesar de la oquedad, la nube acierta en su extensión.

 La observación cruzada de un interior que va tomando formas animales mientras lo exterior se humaniza. Versos densos, pero de un ritmo veloz e incisivo, por momentos obstinado, que nos mantiene en continuo jaque. Otro registro de Leonardo Vergara, sin semblanza, un nado profundo y vertical, Diario de Mudanza es la desnudez. Un despojarse íntimo y de todos, capa por capa, mostrándonos que ese brazo que avanza ante el temporal sigue siendo la palabra.

 

Laura García del Castaño

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