112, Marianella Luna

$7.000

Supongo que alguna universidad ya habrá hecho el cálculo de cuántas horas de nuestras vidas pasamos arriba del colectivo. Un constante ir y venir; desde y hacia. Pequeños viajes cotidianos: desplazamiento. En 112, su primer nouvelle, Marianela Luna nos invita a movernos por la ciudad desde su propia biografía.

En una temporalidad lineal, los ocho relatos que componen 112 pueden leerse como capítulos de una novela, aunque no pierden su autonomía. Vale la pena aclarar que cada uno toma su título de las distintas paradas del 112. Cada uno en un punto diferente de la ciudad;  un recorrido de norte a sur: marcado por el centro y la periferia, las peatonales y los barrios. Además, a medida que vamos paseando, la protagonista crece. El recorrido comienza en la pubertad, desde España y Juan Canals, o  Juan Canal 5, en el barrio La Guardia y termina en el corazón del barrio Luis Agote: Catamarca y Constitución, en la adultez joven. En el medio, pasa de todo.

La pubertad es, entre otras cosas, el comienzo del fin de la inocencia. «Madre pretendía estirar mi infancia […] Acaso resguardando la inocencia ante la ferocidad inevitable de la adultez». ¿Qué es eso tan terrible que nos espera al crecer? En el caso de Luna y en el de tantas pero tantas de nosotras incluye desde un tipo random que nos muestra el pene en la calle («Sabía que un pene por su cuenta no podía hacerme mal pero algo me decía que yo no debía haber visto eso»), hasta la violencia de una pareja («Confiada pero muy lentamente, le bajé el brazo y quité el revólver. Pesaba mucho más de lo que creía, igual que mis palabras»).

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