un lugar no marcado en el mundo: memorias de abel herculine barbin

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No queremos más enfermar, sufrir, morir, y ser expulsadxs del banquete del amor solamente porque no nos vemos -por dentro o por fuera- como la heteronorma dice que debemos vernos; ese hombre y esa mujer de la que hablan no existe. Y la rigidez de estos dos conceptos no nos deja ver lo que sí existe, que es la diversidad de lo vivo. Aún así, pese a esta fuerza institucional que ponen en escondernos, no logran frenar la existencia de nuestrxs cuerpxs; porque somos toda la Biología y la Genética que no quieren ver. Por eso nos cortan y nos cosen, para sostener el binomio; los cuerpos de los bebés intersex son mutilados para que se vean de la forma en que se supone que deben existir.
Julia Bustos

Poner la palabra de médicos, legistas, jueces, criminólogos en el orden de la ficción es una posibilidad de salir de los juegos de verdad... Las figuraciones de la encantadora de talismanes y la señorita novio son quienes me permiten acercarme a “Mis memorias” de Abel Barbin y ocuparme de quienes hacen texto y cuerpo con su historia y dar cuenta de nuestros encuentros con la colonialidad del poder. Somos esos destellos quizás, que conmueven a Foucault, que le dan risa y
le estremecen, quizás vidas paralelas, que esta vez tomamos por asalto los documentos y entramos en la historia quizás por la única puerta que nos ha sido permitida, la de la ficción contra nosotres mismes.
Duen Sacchi

Herculine culmina sus memorias con una pregunta que podría ser interpretada como una interpelación a las distintas expresiones de aquello que llamamos “deber ser”: ¿Qué extraña ceguera me hizo sostener hasta el final este papel absurdo? La invitación es a dejar de lado todos los papeles que nos hayan hecho creer que teníamos que representar. Que haya menos papeles y más vida. Que todxs tengamos un lugar en el mundo.
SaSa Testa

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