Monte camina, Juan Pablo Hidalgo

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Si hay una palabra, una sola palabra que nos permita alguna aproximación a este primer libro de Juan Pablo Hidalgo, es la palabra misterio. No importa que sea una palabra infrecuente, una palabra lejos de la moda. El misterio está ahí, mejor dicho, acá, en estos poemas. Como si flotara o abriera, a través de la música, un nuevo sentido, donde el mundo de afuera se une con el mundo interior. Un misterio que parece venir de la voz que habla, aunque no sepamos muy bien de dónde viene esa voz (¿del monte? ¿de los pájaros? ¿de las ranas?) En todo caso es una voz que va y vuelve, entra y sale de la infancia, como las ramas de los árboles, como las tres hermanas y las tías, como los peces, como un pichón que emprende, de un salto, su primer vuelo. Sin hacerse notar. Con una extraña, sigilosa sencillez. Como si nada pesara. Como si todo subiera y bajara en un vuelo rasante que toca el corazón y enseguida se aleja, o se acerca, según se lo mire. De cualquier forma, en Monte Camina todo vuela, tiembla, nos habla de un instante perdido que sólo la poesía puede recuperar. Escribo / quizás para nombrar / los musgos / las piedras secas / los peces más finos del río. // Escribo y escucho / el bullicio del agua / el relincho que corta / la tarde.  Y uno no sólo le cree a Juan Pablo, sino que experimenta la misma sensación al leerlo. Como si leer y escribir fueran lo mismo. Como si el yo lírico, siempre (no importa lo que diga) se saliera de sí y, a través su propio misterio, hablara de un nosotros.

— Contratapa escrito por Osvaldo Bossi

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