el cuerpo no calla, marina lassen

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Marina Lassen tiene 36 años y padece Parkinson. Así de brutal y dolorosa es su realidad. En El cuerpo no calla (Notanpüan, 2018), la autora realiza una crónica autobiográfica a través de la cual narra sus vivencias desde que recibe el diagnóstico hasta el momento en que decide llevar a la escritura todo lo que ha sufrido durante esos años. Médicos, estudios, remedios, falta de apoyo y reconocimiento por parte de quienes la rodean hacen cada día más ardua la tarea de mantenerse en funcionamiento, intentando llevar adelante las actividades que dan forma a su vida, a la par que digiere su enfermedad.
 
Lassen comienza su historia con un silencio absoluto sobre su enfermedad, no quiere contárselo a nadie y siente que está fuera del mundo, que el Parkinson la ha exiliado del país de los sanos para hacerla habitante de un territorio donde la enfermedad es lo único que existe y condiciona. Y a partir de ese sentimiento de expulsión es donde surge un segundo eje en su texto: la historia de su abuela, exiliada rusa, que tuvo que huir de su país en 1921 y que recaló en Argentina, país en el cual construyó una vida y una familia.
 
Los paralelismos entre las dos historias narradas surgen de los sentimientos y las emociones, de los dolores compartidos por tener que abandonar el terreno conocido y amado (el lugar de nacimiento por un lado, la salud por el otro), de sentirse parte de un sueño que no se acaba, una pesadilla que no desaparece al abrir los ojos.
 
El buceo en la vida de su abuela y de su familia se vuelve una necesidad imperiosa al encontrarse con información que se contradice, ante la falta de datos certeros y de fechas que se superponen. El no poder reconstruir el pasado no deja a la autora concebir un presente, no le permite conformar su identidad para salir de ese exilio en parte autoimpuesto.
 
Ingresar a la historia contada por Marina Lassen es acercarse a una narración que trasciende la experiencia personal a pesar de su tinte autobiográfico, es sentirse parte de un espacio donde el cuerpo habla a pesar de querer ser callado, donde se expresa sin obedecer los deseos y la necesidad de quien lo porta de mantener un secreto que duele y que sacude. Un cuerpo que, a través de la escritura, logra enfrentar, reconocer, descargar y aceptar lo que esa enfermedad sin cura lleva a su vida.
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