La boca del monte, Claudia Huergo

En La boca del monte Claudia Huergo practica análoga deserción, pero antes delinea un mapa de fijezas, cartografía miradas de Gorgona que buscan petrificar lo vivo y se lleva el monte a la boca. “Nuestro primer paisaje fue el monte/ aunque por ese entonces no lo llamábamos así,/ Paisajes eran otras cosas,/ postales coloridas, paseos de gente feliz”, escribe. El monte llevado a la boca habla del primitivo terror hacia lo árido, inhóspito e indomesticado, pero es signo de lo que se sustrae a la forma –zona de indiferenciación donde coexiste la belleza indómita de lo que no ha sido domesticado–. Antes de convertirse en paisaje es un territorio donde predominan los fenómenos de borde y desborde de aquello que no responde de manera dócil a los mandos –voces asordinadas que proyectan sus rencores, buscan ejercer el control o practicar su magia negra de sustituciones.

Silvina Mercadal

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